¿Por qué Dios permite el sufrimiento?

Entrevista a Rupert Spira


Una entrevista con Rupert Spira por Paula Marvelly 

Paula Marvelly: ¿Podrías dar una breve biografía de tu vida hasta la edad de 16 años? 

Rupert Spira: Provengo de una gran familia entrañable. Mis padres eran amables y cariñosos y dieron todo lo que pudieron, de muy distintas formas, a sus hijos. Mi infancia fue esencialmente feliz y libre. Mis padres se separaron cuando yo tenía seis años y viví con mi madre en Hampshire. Sin embargo, también veía mucho a mi padre. Mi madre es excéntrica, artística y tiene un profundo interés en las cosas espirituales; y mi padre es más mesurado y convencional. Aprendí mucho de ambos. 

PM: Has dicho que a los 16 años comenzaste a meditar. ¿Hubo algo específico -un acontecimiento tal vez- que precipitó una cosa así? 

RS: A la edad de 15 años estaba desencantado con la vida hacia la que mi formación científica me estaba preparando. En la misma época vi una exposición de la obra de Michael Cardew, que agitó mi imaginación más allá de todo lo que previamente había encontrado. También comencé a leer a Rumi y Shankaracharya que despertaron en mí el sentido de una nueva posibilidad completamente. 

PM: Dices que empezaste a leer a Rumi, Gurdjieff, Ouspensky, Krishnamurti, Ramana Maharshi, Nisargadatta Maharaj y Shankaracharya, entre otros. 

RS: De alguna manera, tenía la profunda intuición de que lo que estaba leyendo era cierto. Sus palabras resonaban profundamente dentro de mí y encendieron un intenso deseo de saber por mí mismo de lo que estaban hablando. 

PM: Has dicho que querías hacer una carrera de ciencias, pero que sentías que ese no era el camino correcto a seguir. ¿Por qué era así? ¿Qué había en la ciencia que no te gustaba? 

RS: No fue tanto un rechazo de la ciencia sino una atracción por el arte. El arte parecía comprometer todo mi ser, no sólo mi intelecto. Sentía que el arte me proporcionaba los medios para explorar y expresar los reinos más profundos de la experiencia de una manera que la ciencia no podía. 

PM: Fuiste a la escuela de arte. ¿Hubo alguna disciplina en particular que te inspiró -alfarería y cerámica probablemente- y por qué? 

RS: Primero vi la obra de Michael Cardew y, más tarde, piezas de las primeras tradiciones cerámicas de China, Corea, Japón y Persia. En ese momento mi respuesta fue instintiva e inarticulada, sólo un inconfundible "Sí" desde el fondo de mi ser. Estos objetos eran como condensaciones de la Inteligencia, el Amor y la Belleza. Me pasaba horas en los museos mirándolos. A veces sentía que mi cuerpo se disolvía frente de ellos. Era exactamente la misma experiencia que tuve muchos años más tarde con mi maestro en satsang. 

PM: Usted pasó varios años en la Sociedad de Estudios, creada por el Dr. Francis Roles, bajo la guía de Su Santidad Shantananda Saraswati, el Shankaracharya del Norte. ¿Qué filosofía/enseñanza aprendió allí y de qué le sirvió? 

RS: Cuando llegué a La Sociedad de Estudios los últimos remanentes de la enseñanza de Ouspensky estaban cediendo el paso en favor del Advaita Vedanta de Shankaracharya, que se consideraba que había sido la fuente de las enseñanzas de Ouspensky. 

Me sumergí en la enseñanza y también aprendí los Movimientos de Gurdjieff y el Giro de Mevleví (Derviches giradores) -hermosas prácticas contemplativas de movimiento. Estas enseñanzas fueron mi hogar- yo vivía en ellas y ellas vivían en mí. 

PM: Después de dejar la escuela de arte, trabajaste como artista para ganarte la vida. Dices que creías que la Belleza estaba vinculada a la espiritualidad y que era una manera de poder traer ese concepto a la vida. Me recuerda los versos de Keats: "La Belleza es verdad y la verdad Belleza"
Esto es todo lo que sabes en la tierra, y todo lo que necesitas saber. ¿Podrías extenderte sobre esto? 

RS: Nuestra experiencia aparentemente objetiva consiste en pensamientos, sensaciones y percepciones, es decir, la mente, el cuerpo y el mundo. Cuando la Consciencia "toma la forma" del pensar, parece ser un pensamiento. Cuando "toma la forma" del sentir, parece ser un cuerpo y cuando "toma la forma" del percibir, parece ser un objeto, otros o el mundo. 

La Presencia brilla por sí misma


Todos los objetos de la mente, el cuerpo y el mundo son conocidos o experimentados por nuestro yo. De hecho, sin nuestro yo-presencia consciente nada sería conocido o experimentado. Toda experiencia deviene cognoscible o es iluminada por nuestro yo. 

Así como metafóricamente hablando, todos los objetos pasan a ser visibles gracias a la luz del sol, en el ámbito de la realidad toda experiencia deviene cognoscible por la luz de nuestro yo.

Nuestro yo ilumina toda experiencia con la luz del conocimiento. Este conocimiento -entendido aquí como la capacidad de reconocer la existencia de las cosas- es inherente a nuestro yo e inseparable de él. De hecho, es nuestro yo.

Toda experiencia es inseparable del hecho de conocerla o reconocerla, es decir, es inseparable de la luz de nuestro yo. En otras palabras, todo lo que es conocido o experimentado brilla con la luz de nuestro yo, así como todos los objetos brillan con la luz del sol. De hecho, cualquier experiencia, antes de hablarnos de sus cualidades objetivas, anuncia primero la luz de la presencia por medio de la cual es conocida. Esta luz brilla en toda experiencia, de la misma manera que la luz del sol brilla en todos los objetos.

Es la luz de nuestro yo la que hace que todas las cosas aparentes sean cognoscibles, pero ¿qué es aquello que hace que nuestro yo sea cognoscible? ¿Con qué luz es conocida la certidumbre de nuestro propio ser?

El cuerpo, la mente y el mundo son conocidos por la luz de nuestro yo, pero nuestro yo no es conocido por ninguna otra luz que la suya propia. Así pues, nuestra experiencia es que la luz por la cual nuestro yo se conoce a sí mismo es su propia luz. Nuestro propio ser brilla con su propia luz. No es conocido por nada o nadie que no sea él mismo. Se conoce a sí mismo por sí mismo, y solamente por medio de sí mismo. No necesita un cuerpo o una mente para conocerse. Se conoce a sí mismo, brilla por sí mismo y él mismo tiene la evidencia de sí mismo.


(Pasaje extraído del libro " Presencia. El arte de la paz y la felicidad".) Disponible en "Editorial Sirio".

Citas III


El pensamiento tiene su hogar en Mí, Presencia consciente, pero yo no tengo mi hogar en él.

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Todo lo que conocemos lo conocemos a través de la Presencia consciente; por tanto, nuestro conocimiento de algo solo puede ser tan bueno como nuestro conocimiento de la Presencia consciente. Si creemos que la Presencia consciente es limitada, la experiencia aparecerá de acuerdo con esa creencia, como una sucesión de objetos y yoes limitados y finitos. Si comprendemos que la Presencia consciente es eterna e infinita, todo y todos se revelarán de la misma manera.

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'Yo' significa indivisible, infinito, íntimo e inocente. Es la substancia de toda experiencia.

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Nuestra naturaleza esencial de pura Presencia consciente no tiene planes con la mente, el cuerpo o el mundo. Es como el espacio vacío, totalmente permisible e indiferente a lo que ocurra dentro de él. Sin embargo, no es una indiferencia fría y distante: ofrece su substancia total e íntimamente a todo lo que aparece dentro de sí. Por ello, es una indiferencia amorosa. Sé conscientemente esta indiferencia llena de amor.

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El yo separado es el rechazo del Ahora. Yo, Presencia consciente, estoy enamorado del Ahora. De hecho, soy el Ahora.

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Toda aparición es un acto de creación impersonal. El ver esto claramente, nos libera de cualquier sentimiento de culpa, juicio o responsabilidad personal. No obstante, esta comprensión no conduce a un comportamiento irresponsable o vacío de amor. Por el contrario, permite que la mente o el cuerpo funcionen en nombre del amor y la inteligencia impersonales, en lugar de representar los miedos y las demandas de un yo no existente.

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